También pienso en un futuro, y esa es la parte buena, cuando te ves empezando una vida junto a otra persona, cuando las palabras “matrimonio” e “hijos” no se ven tan lejanas. Cuando quieres apostar por un proyecto en común, un proyecto de a dos. Estos temas también vienen incluidos cuando hablamos de amor, y son generalmente (además de los más convencionales) el gran paso que damos, si es que así lo queremos, para sellar un pacto entre los dos. En el que prometeremos ser sólo los dos, en el que nos respetaremos y nos cuidaremos y así, estaremos juntos “hasta que la muerte nos separe”. No es este el único camino para sellar ese “pacto”, porque éste va en cada uno, y la forma de hacerlo también.
No pretendo dar consejos, ni soluciones. Sólo quiero escribir mis experiencias, porque de alguna manera yo también necesito sanar mis heridas y encontrar respuestas a mis interrogantes, y creo que este camino podría ayudarme. Yo entiendo tanto como ustedes sobre el amor, no soy psicóloga, ni terapeuta, pero sí puedo asegurar que he vivido más cosas de las que desearía. De casi todas he aprendido, de otras no he podido sacar nada bueno, y de las menos, no he podido salir. Se han quedado en mi memoria como la fecha de un cumpleaños o el rostro de algún amigo, se han quedado ahí, quietas, como negándose a partir, negándome la posibilidad de olvidar.
Pero sé que amar vale la pena. Porque el amor no se planifica, ni hay agendas que lo organicen. El amor sólo se vive, con sus pros y sus contras, con sus días buenos y malos, con sol o con lluvia, pero se vive. Y el amor te revive, pero muchas veces te mata.
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